martes, 29 de noviembre de 2011

La bitácora de Arístides

Ha sido una constante en los artistas el tratar de explicar su obra. De esta manera, los modernos de la primera mitad del siglo XX, si querían significar algo dentro de su complejo mundo, debían recurrir a agruparse en un movimiento que rompiese con al arte anterior. Tenían por costumbre publicar un manifiesto que diera cuerpo teórico a su obra, e incluso editaban revistas en las cuales daban razón de su hacer.

En la actualidad, quien desea ver su obra aupada a los altares de las ventas debe usar de los medios de masas, que bien por vía oral o escrita, magnifiquen su trabajo y publiciten a gran escala su labor, buscando el “glamour” del instante y el homenaje de los grandes medios de comunicación. Poco importa lo que hacen los demás y las declaraciones de intenciones sobre el objeto de las obras, ante una visión totalitaria del mercado que conduce hacia el conformismo.

El arte contemporáneo adolece de espíritu crítico y sustituye el compromiso por una frivolidad intelectual carente de una praxis transformadora de la realidad; mas al contrario, tiende a confirmar la complacencia con el sistema y el orden de las cosas. Con ello se ha producido un academicismo de las vanguardias donde prima la estética.

En el arte actual no hay nada bueno ni malo en función de una justificación ideológica previa. Desde esta óptica todo es válido y todo lo que se haga puede ser considerado como arte, de manera especial, si goza del favor del gran público o de la burguesía del coleccionista. Hasta el punto de que no se busca que la obra perdure, puesto que pronto habrá de ser sustituida por otra.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Código Deontológico. Instituto de Arte Contemporáneo







Con la cabeza gacha - Andrés Trapiello

Desde hace un tiempo una de las conversaciones recurrentes entre escritores,
cinetistas y músicos, cuando se reúnen, es internet, el modo en que se difundirán sus
obras y si podrán o no seguir viviendo de su trabajo. Por lo general son pesimistas,
creen que si no se pone coto a la piratería no podrán hacerlo o que lo harán peor. No
es fácil explicar a quien ha estado descargando gratis películas, canciones y libros,
que deberá dejar de hacerlo o pagar por ello. Algunos de los piratas han llegado a
proclamar que prohibirles robar es privatizar la cultura.
Hasta que apareció internet nadie había puesto en tela de juicio los derechos de autor,
por eso no se explica uno por qué habrían de ser diferentes las leyes ahora, cuando
las obras siguen siendo las mismas. No hay dos realidades, una analógica y otra
digital, por lo mismo que la ley es la misma para todos. Lo más llamativo de los que
piden la gratuidad de las descargas de internet es, dicho con toda suavidad, su
oportunismo. Pagan sin rechistar las tarifas de conexión a las compañías telefónicas,
los recibos de la luz y a los fabricantes de ordenadores, pero exigen que los
contenidos sean gratuitos. Muchos autores estarían dispuestos a dejar que
descargaran gratis sus obras si vieran que Telefónica no les cobraba la conexión ni las
compañías eléctricas los recibos y que en la tienda les regalaban el ordenador, incluso
si los piratas pusieran a su disposición sus libretas de ahorros y, por qué no, el lado
caliente de sus camas. Es decir, les parece importante lo que menos lo es, el tubo, y
desprecian el contenido. Por lo demás la figura de Robin Hood, robando a los ricos
para dárselo a los pobres, resulta muy atractiva, sobre todo para los jóvenes, aunque
poco rigurosa: no suelen pararse a pensar que a menudo roban a gentes más pobres
que ellos, y cuánto resentimiento larvado, decía Nieztche, tras la intransigente moralidad
de ciertas actitudes: algunos, humillados por su propia esterilidad e insignificancia
solo quieren hacer sentir su fuerza y su poder, o ambas cosas, como quien
muerde una manzana no por hambre, sino para tirarla a continuación con el único
propósito de mostrar su desprecio, el desprecio de las masas. Por no mencionar a
aquellos a los que sus portales de descargas ilegales les han hecho millonarios.
El gobierno, en vista de que no resulta fácil técnicamente perseguir y detener ni a los
ladrones organizados ni a los descuideros eventuales, los ha alentado por razones
astutas: quieren sus votos. Privatizar la cultura es un asunto interesante, qué duda
cabe. Podemos empezar por las casas de Venecia, ¿quién no ha querido pasar una
temporadita frente a San Giorgio? Ahora, pretender nacionalizar el talento (ya saben:
todo es de todos, menos de los autores) es francamente una genialidad, difícil de
superar. ¿Y qué interés tienen los políticos en que se saquee a los autores? A estos
les ha costado siglos arrancar su independencia a duques, señoritos “y demás ralea”,
y lo lograron de la única manera posible: con su dinero, ganado honrada y libremente.
Estos días, muchos de ellos, cuando se reúnen, hablan de internet y se muestran
apesarados. A otros, en cambio, les satisface la idea de volver a tenerlos como
jornaleros en la plaza pública, con la cabeza gacha.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Serendipia - Alejandra Acosta

Quietud

Quietud
22x22cm - Técnica mixta y objeto sobre madera y tela
2011
Autor: Leguey

Elena Vozmediano

Y tú que lo veas
por Elena Vozmediano
Cultura partidista




El pasado fin de semana se difundió entre los medios de comunicación que el Ministerio de Cultura ha concedido a las 12 fundaciones vinculadas a los partidos políticos un total de 5 millones de euros. De ellos, un 80% corresponden a las fundaciones del PP y del PSOE: la Fundación FAES (Fundación para el análisis y los estudios sociales), presidida por el anterior presidente del Gobierno José María Aznar, recibe 2.072.549,55 euros, y la Fundación Ideas para el Progreso, presidida por el actual, José Luis Rodríguez Zapatero, 1.961.101,83 euros. Al lote de los socialistas hay que sumar los 345.238,17 euros que cobrará la Fundación Rafael Campalans, del Partido Socialista de Cataluña. Bien podrían los partidos, que reciben generosas cantidades a cargo del los presupuestos generales del Estado para su funcionamiento (en 2011, 34,5 millones para el PP y 32,6 millones para el PSOE) financiar con esos fondos sus fundaciones, que están básicamente encaminadas a su fortalecimiento ideológico. La Fundación FAES tiene como ámbitos de actuación:

- Pensamiento Político
- España. Constitución. Estado de Derecho
- Internacional
- Lucha Contra el Terrorismo
- Economía
- Políticas Públicas

Por su parte, la Fundación Ideas, “tiene como objetivo prioritario aportar nuevas ideas progresistas al debate político y social en un mundo en cambio permanente. Su misión consiste en señalar retos y oportunidades, prevenir problemas y aportar posibles soluciones que los resuelvan, soluciones novedosas e imaginativas, pero también rigurosas desde un punto de vista científico y políticamente aplicables”.

¿Qué hay de “cultural” en todo esto?

Es evidente que estas ayudas las otorga el Gobierno como consecuencia de un pacto político. Le corresponde al Ministerio de Cultura adjudicarlas porque en su organigrama hay una Subdirección General de Promoción de Industrias Culturales y de Fundaciones y Mecenazgo, de la que depende el Protectorado de Fundaciones, el registro de éstas y su control económico. No creo que ni a la ministra ni al director general de Industrias Culturales les haga felices este pellizco a su presupuesto, pero no hay contestación posible.

La situación económica, no me canso de repetirlo, de muchas instituciones y muchos proyectos culturales en toda España es gravísima. Los recortes están siendo salvajes y se espera lo peor para el año que viene. Que en este contexto los partidos se regalen 5 millones a sí mismos, desde el Ministerio de Cultura, es incalificable.

En el año 2011, el Ministerio ha publicado una única convocatoria para las fundaciones del sector cultural: las ayudas de acción y promoción cultural de la Dirección General de Industrias Culturales, que se dirigen también a empresas culturales y asociaciones. El presupuesto total de estas ayudas ha sido de 3.320.000 euros. He consultado el BOE (ver abajo la referencia) para contar y sumar: de ese presupuesto, se han repartido 971.000 euros entre 59 fundaciones. Entre ellas están la Fundación Antoni Tàpies, Fotocolectania, la Fundación Alejandro de la Sota, la Fundación Antonio Gades, la Fundación Francisco Giner de los Ríos, la Fundación LABoral, la Fundación Temas de Arte, la Fundación Universitaria de Navarra... las ayudas suelen estar entre los 12.000 y los 20.000 euros y van ligadas a un proyecto concreto, no como en el caso de las fundaciones de los partidos, que pueden dedicarlas a su "funcionamiento". Además, no podrán recibir la ayuda en más de tres convocatorias consecutivas, limitación que no se pone a los partidos. Y miren lo que encontramos: en la lista de entidades culturales favorecidas por estas ayudas de acción y promoción cultural está la Fundación Ideas para el Progreso, que obtiene 12.000 euros para el proyecto "Observatorio cultural de los españoles en el mundo". Parece que no tienen bastante con la asignación anual y tienen que competir con las fundaciones no políticas para arañar unos miles de euros más. A unas veinte fundaciones que presentaron proyectos para recibir ayudas no les concedieron absolutamente nada.

El Ministerio, a través de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales, convoca además las ayudas para la promoción del arte contemporáneo español. O las convocaba, porque este año no han encontrado tiempo para prepararlas. En las del año pasado, sólo 160.000 euros estaban destinados a organizaciones sin ánimo de lucro y el reparto fue así: 58.000 euros entre 11 fundaciones. Salían a una media de 5.000 euros. No digo más.

Documentación:

Orden CUL/2365/2010, de 30 de agosto, por la que se conceden las ayudas para la promoción del arte contemporáneo español correspondientes al año 2010.

Orden CUL/2578/2011, de 20 de septiembre, por la que se conceden las ayudas de acción y promoción cultural correspondientes al año 2011.

Orden CUL/2848/2011, de 29 de septiembre, por la que se conceden subvenciones a fundaciones y asociaciones con dependencia orgánica de partidos político.