sábado, 23 de febrero de 2013

Exposiciones iguales - Por Estrella de Diego



SintituloMohamedi
Sin título, de Nasreen Mohamedi.
¿Se han fijado? Por mucho que nos esforcemos, a menudo cuesta ver algo distinto cuando decidimos ir de exposiciones. Echemos un vistazo a los principales museos de las principales ciudades europeas y  norteamericanas en estos últimos meses, incluso años.  La sorpresa –o más bien la falta de sorpresa- es flagrante: en todas partes se exponen las mismas  cosas y semejantes artistas o, por lo menos, cosas  y artistas muy parecidos. La mirada se siente, así, atrapada en lo idéntico, una forma como otra de manipular  a los espectadores, de negarles el derecho a decidir qué les  gusta y qué no les gusta; de negarles, en primer lugar, pluralidad en la información. Ya se sabe que vivimos en una sociedad que prefiere conocer a reconocer, pero ¿no es esta maniobra insólita, exponer siempre lo mismo, hablar siempre de lo mismo, cierta estrategia para ocultar datos?

SintituloMonetPorque se prima el reconocimiento frente al conocimiento, supongo, a cada rato vuelve a salir a la superficie ese “ismo” o ese autor ultravisto: emerge como un viejo remordimiento o vicio absurdo, diría Cesare Pavese. Deben ser las clásicas estratagemas del poder que nos prefiere felices y banales, prendidos de lo que se reitera sin otra misión que perpetuarse. Aunque remordimiento no me parece que haya demasiado: a nadie da reparo ese girar y girar sobre el mismo eje e impedir que el gran público -el que se busca  como víctima primera para las reiteraciones- se entere de algo nuevo y pueda aficionarse a ello. Lo del vicio es obvio: esas muestras que bajo títulos parecidos cuentan historias próximas tienen  mucho de viciadas.  Es tan sencillo como encontrar una fórmula que funciona –a la hora de atraer visitantes- y no salir de ella, no vaya a ser que los espectadores se espabilen y luego sea más complicado darles gato por liebre como a veces sucede. (En la imagen: La catedral de Ruan. La portada y la torre de Saint-Romain a pleno sol. Armonía azul y oro (1893), de Claude Monet)

Es paradigmático el caso de ese cajón de sastre llamado “impresionismo”, que recoge bajo su paraguas de “gusto seguro” –como escribiera en sus acusaciones al Pop Clement Greenberg, factotum del Expresionismo Abstracto-  variaciones sobre el mismo tema que van desde Gauguin a Renoir o Van Gogh hasta algunos realistas. Por el mundo entero proliferan estas muestras que buscan llenar las salas y, sobre todo, las cajas registradoras. Da igual que los Gauguin o Renoir sean frecuentemente de segunda fila: cuentan el nombre y la leyenda alrededor del nombre. Luego, en las salas, todo se mezcla, a menudo sin ton ni son, y da igual lo que se vea porque lo que se viene buscando es el halo del “genio” -cosas de la sociedad de masas, vaya pesadez.

Pero que nadie me malinterprete. Entiendo que es importante tener visitantes, que las colas son llamativas y apelan a otras colas, aún así, ¿no sería genial que se incitara a todo ese público -qué término tan obsoleto- fiel a ver más allá que el “gusto seguro”, que se le acostumbrara a ver cosas que no fueran la oreja de Van Gogh, las tahitianas de Gauguin o los paisajes de Monet? “Es lo que pide el público”, argumentan algunos. No sé hasta qué punto es verdad, dado que el público pide lo que conoce. Y aunque fuera cierto, tal vez se podría alternar un poco de lo que gusta ver al gran público con aquello que se visita menos –porque se conoce menos, insisto. Esa es la labor de los comisarios y los responsables de los museos: buscar modos de atraer visitantes a través de fórmulas novedosas -¿no decían los de mayo del 68 “la imaginación al poder”? Al final, este tipo de proyectos tan extraseguros que atraen masas y masas, lo único que consiguen es que la mirada de homogenice más si cabe de lo que ya parece estarlo en un momento histórico aburrido y convencional. ¿No se puede presentar algo sorprendente, aunque sea de vez en cuando?

Andy-warhol1Luego estarían, claro, los “grandes genios” clásicos y modernos. Desde Picasso a Dalí, pasando por Warhol –penúltima adquisición. Y ya se sabe que una muestra de algunos de estos grandes nombres es un éxito de público seguro. Pero las monográficas de los “grandes genios” me parecen siempre más respetables que las colectivas-un-poco-cajón-de sastre: al menos hay más esfuerzo y trabajo detrás –ya ven que antigua soy, las cosas que valoro. Sea como fuere, a veces las monográficas son un conjunto de obras sin más, como un recorrido sin tesis ni punto de partida o de cierre, un repaso por el autor, y se convierten en otra banalidad. De hecho, lo interesante de las monográficas es que propongan nuevas lecturas, nuevos acercamientos, algo positivo desde cualquier punto de vista, ya que es conveniente revisar a los autores clásicos de vez en cuando. Lo malo es que la última tendencia es mostrar exposiciones provenientes de un mismo gran museo que por circunstancias -a menudo económicas- desea mover su colección y eso hace que a veces las cosas sean un poco monótonas, previsibles.

En la penúltima adquisición, Warhol, está claro que su material fotográfico ha sido desde cualquier punto de vista uno de los puntos de novedad, como se puede ver en la muestra de polaroids de Londres –en Privatus hasta primeros de marzo. Éxito seguro porque, además, los medios tienden a hablar siempre de Warhol –o Dalí, Miró, Picasso, etcétera- y de los “impresionistas” que, aunque parezca mentira, tienen aún muchísimos seguidores.

SintituloNasreen-6_0Y luego está el problema del arte actual... y menudo problema. Ya vengan de fondos públicos o privados, las colecciones reunidas en los treinta años se parecen peligrosamente en términos generales: todos han comprado los mismos nombres a la moda, entre otras cosas porque  los comités de compras de los museos o los asesores repiten a veces expertos o porque todos siguen lo que se dicta desde los centros de poder –incluidas las grandes galerías internacionales-al estar apostando el dinero en un arte "no probado". Así, cuando se muestran las colectivas de aquí o de allá  se siente el tedio peligroso de lo ya visto. Eso por no hablar de las obsesiones por el arte fuera del “centro”, hablando de los centros de poder y a pesar de que en estos momento estén algo maltrechos. (En la imagen Sin título, de Nasreen Mohamedi)

Una cosa está clara: no sé si lo que está fuera de los centros de poder necesita de éstos para alcanzar la “visibilidad”, como se dice ahora –que creo que sí y la Tate Modern es un ejemplo claro con fenómenos como el de Ai Weiwei o Doris Salcedo. Lo que está claro es que esos centros de poder necesitan a los mal llamados bordes, que quizás lo fueron y ahora son casi el centro, para alimentar su voracidad.

Sintitulotaeuber¿Qué exponer entonces? Pues tal vez lo olvidado, lo frágil, lo que no se ha visto lo suficiente, a pesar de que es un clásico y a pesar de su belleza inesperada, como ocurre cada vez que se expone a Nasreen Mohamedi  -ahora con una muestra maravillosa en la Fundación  KIran Nadar de Nueva Dehli - o a Agnes Martin o a  Sophie Tauber-Arp o a cualquiera de las muchas artistas clásicas olvidadas. Y esperar que no se vuelva banal, que no se manosee, que sea enseguida sustituido por algo también bello y sorprendente, para que dejemos de ser meros personajes en una cola  esperando a ver lo mismo de siempre. (En la imagen: Sophie Taeuber, con su obra Cabeza dadá)

miércoles, 20 de febrero de 2013

martes, 19 de febrero de 2013

Manifiesto en defensa de la cultura y las artes

Barcelona, 19 de febrero de 2013

Nos dirigimos mediante este texto a la opinión pública y a las distintas instituciones que regulan o condicionan la política cultural, sobre todo a nivel estatal, pero también autonómico y local. Lo hacemos porque consideramos que es necesario y urgente replantear la política y la legislación que afecta a las artes y a todas las ramas de la cultura, incluidas la educación y la investigación científica.
Entendemos que la actual crisis exige más que nunca responsabilidad, mesura y buen criterio en las inversiones en cultura, educación e investigación, pero consideramos que la política cultural debe evitar en cualquier caso la destrucción de un tejido social y cultural que ha costado muchos años construir.
Queremos señalar como especialmente ineficaz y dañina la reciente subida del IVA al 21 por ciento aplicada a las artes plásticas, la música, el cine y las artes escénicas. En primer lugar esta medida se sustenta en una equivocada consideración de las artes como mero espectáculo. Ello es especialmente grave si tenemos en cuenta que los espectáculos deportivos como el fútbol gozan de un trato fiscal privilegiado.
En pocos meses esta subida del IVA ha empezado ya a destruir lo que miles de personas han logrado construir con esfuerzo a lo largo de muchos años.
Consideramos que la desproporción entre las cantidades que se van a poder recaudar tras esta subida y la enormidad de los daños causados directamente por ella es tal que no tiene sentido alguno, a no ser que el propósito sea aniquilar la cultura. En este sentido debemos recordar que:
  • Si se desprecia la cultura vamos hacia un pensamiento único y hacia la incapacidad para el diálogo y la cooperación.
  • Si se destruye la cultura estamos condenados a la barbarie.
  • Sin cultura no puede haber libertad, pues no hay libertad de elección sin conocimiento y sin responsabilidad.
  • Por ello sin cultura no puede haber democracia, y en consecuencia tampoco puede funcionar con plenitud la economía.
  • Si se descuida la cultura se produce una rápida decadencia general de toda la sociedad. 
En resumen: sin cultura no hay futuro. Un país que descuida y destruye la cultura, la educación y la investigación científica está destinado a la decadencia en todos los ámbitos y a la pobreza material y espiritual. Es un país sin futuro.
Pedimos que el Gobierno español rectifique su actual política cultural. En primer lugar y con carácter urgente pedimos que se anule la subida del IVA al 21 por ciento y que se aplique un IVA reducido a todo tipo de manifestaciones artísticas y culturales. 
Sabemos que incluso a corto plazo esta subida está siendo ya muy dañina y que, si no se rectifica, va a causar una cadena de quiebras y cierres de pequeñas, medianas y grandes empresas culturales y en pocos meses nos puede privar incluso de las manifestaciones que gozan de mayor prestigio y éxito a nivel local e internacional. Corren peligro de cierre o de degradación incluso prestigiosas galerías, ferias, centros y museos de arte, así como festivales de música y de artes escénicas que antes de la subida del IVA no sólo eran viables, sino incluso plenamente exitosos. Y que ahora son inviables, pues sus precios ya no son competitivos a nivel internacional. Que un festival musical de gran éxito como el Primavera Sound se plantee abandonar Barcelona y trasladarse a Francia y a Portugal a causa del IVA es un síntoma inequívoco y preocupante.
La destrucción de estas manifestaciones artísticas y culturales es grave por sí misma, pero comporta además una gran disminución de ingresos en todos los sectores que hasta ahora se habían beneficiado del atractivo turístico que la buena oferta cultural proporcionaba. Para empezar, todos los sectores vinculados al turismo cultural (restauración, turismo, hostelería, viajes, transportes, comercios…). El efecto resultante de todo ello será una grave destrucción económica, una gran disminución de los beneficios y, en consecuencia, una recaudación de impuestos mucho menor. Justo lo contrario de lo que esta medida pretendía.
Consideramos que el Gobierno español debe buscar otras vías para recaudar impuestos, sin dañar la economía productiva y sin destruir a la clase media, base de toda sociedad digna y de toda economía competitiva. Bastaría con gravar las operaciones claramente especulativas y con evitar el endeudamiento excesivo del Estado y de los ciudadanos a causa de los intereses bancarios.
Queremos recordar que al Estado no le haría falta aumentar las inversiones en cultura si se decidiera a hacer una ley capaz de fomentar el mecenazgo. El problema es que cada vez que un responsable de Cultura del Gobierno español intenta llevar a cabo una Ley del Mecenazgo comparable con la de los países civilizados más eficaces, un responsable de Hacienda se lo impide.
Por ello queremos finalmente recordar que la cultura es, además, un excelente motor económico, que tiene una extraordinaria capacidad para proyectar una imagen positiva y atractiva de un país o de una ciudad, y que indirectamente fomenta en gran medida la actividad económica en otros sectores, por ejemplo el turístico y el comercial. Piensen en lo que sería Barcelona sin Gaudí o Madrid sin el Museo del Prado. Es un hecho que ni las obras de este arquitecto ni las colecciones de este museo hubieran sido posibles sin un generoso mecenazgo.
Dicen que rectificar es de sabios. Rectifiquen antes de que sea demasiado tarde.

Firman: 
  1. Gremi de Galeries d’Art de Catalunya (GGAC)
  2. Associació Art Barcelona (Abe)
  3. Associació Art Catalunya (AC)
  4. Associació de Galeries Independents de Catalunya (GIC)
  5. Gremi d’Antiquaris de Catalunya
  6. Associació d’Artistes Visuals de Catalunya (AAVC)
  7. Associació de Crítics d’Art de Catalunya (ACCA / AICA-Catalonia)
  8. Associació Centre Museu de la Fotografia (ACMF)
  9. Associació Professional d'Il•lustradors de Catalunya (APIC)
  10. Associació de Professionals de la Gestió Cultural de Catalunya (APGCC)
  11. Foment de les Arts i el Disseny (FAD)
  12. The Photographer+s Company
  13. Arts Santa Mònica
  14. Centre d'Art La Panera
  15. Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB)
  16. Fundació Foto Colectania
  17. Fundació Francisco Godia
  18. Fundació Privada Espai Guinovart
  19. Fundació Sorigué
  20. Fundació Tàpies
  21. Fundació Vila Casas
  22. Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA)
  23. Museu del Modernisme Català
  24. Sergi Aguilar, artista i director de la Fundació Suñol
  25. Pere Almeda, director de la Fundació Palau
  26. Rosa Maria Malet, directora de la Fundació Joan Miró
  27. Pepe Serra, director del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC)

lunes, 18 de febrero de 2013

¿De qué podemos hablar? ROSA NAHARRO

ARCO nos va dejando sin palabras. No, no porque nos sorprenda lo que allí podamos ver, sino porque cada año hay menos que decir sobre la feria en sí. Atrás quedaron las discusiones y debates sobre si debía ser una feria sólo comercial o si debía tener también un componente cultural y educativo. ARCO es una feria comercial y punto, aunque los programas comisariados como los Opening, este año de la mano de Manuel Segade y Veronica Roberts, así como los tradicionales foros, -este año enfocados al coleccionismo, no podría ser de otra manera-, se agradezcan y otorguen a la feria cierta apariencia de macro-exposición.
La cuestión sería entonces cómo reconciliar la condición de mercancía con los productos designados como culturales, a los que consideramos especiales frente a otros productos realizados para el consumo de masas, como pueden ser unos zapatos. El geógrafo marxista David Harvey analizaba en un breve, pero interesante texto, “Arte en renta” (Capital financiero, propiedad inmobiliaria y cultura, 2005) cómo la cultura, y el arte en particular, están sometidos a la lógica del capital financiero a través de lo que él denomina renta monopolista, que sería aquella que se beneficia de la competitividad que se obtiene al apostar por la distinción y la diferencia, ya sea de un producto cultural o del perfil de un entorno urbano. Para Harvey, los llamados productos culturales funcionan mediante una lógica que se establece a partir de reivindicaciones de excepcionalidad, autenticidad, particularidad y especialidad, todas ellas categorías construidas ideológicamente de forma compleja a través de la historia y que han sido de alguna manera exigidas por el mercado de la cultura y el arte. Una idea ésta de renta monopolista que se puede también extrapolar al capital simbólico colectivo producido en un lugar determinado, las ciudades.
Este año el país invitado a ARCO ha sido Turquía, un país que siempre ha sido considerado como una especie de cruce entre Oriente y Occidente, idea de la que ahora muchos turcos parecen renegar. Lo cierto es que Turquía se ha convertido en los últimos años en un importante nicho de mercado para el arte, sobre todo a partir de las bienales celebradas en su capital, la primera en 1987, y que han supuesto su apertura hacía el mercado occidental. El encargado de seleccionar las 10 galerías (Dirimart, Eipsis, Mana, Nev, Non Pilot, Maçka Sanat (MSG), Rampa, Rodeo y X-Ist), todas procedentes de Estambul, ha sido Vasif Kortun, escritor y profesor de artes visuales y uno de los principales impulsores de la inclusión del arte turco contemporáneo en el panorama internacional.
Pero, ¿qué nos ofrece el arte contemporáneo turco en el contexto ARCO? ¿Por qué “invitar” a un país en el contexto de una feria? Siguiendo de nuevo a Harvey, en el contexto del mundo globalizado se vive en una lucha constante en las que las llamadas “ciudades culturales” compiten por crear marcas de distinción vinculadas a un lugar y tiempo específico con el objetivo de generar “rentas monopolistas”. La singularidad de una ciudad, en este caso, Estambul, es un medio para crear un nicho de mercado, atraer a un público internacional y generar ingresos adicionales a través del turismo y del mercado del arte.
Sin embargo, se produce la paradoja de que mientras se crean estas marcas de distinción locales, a la vez se tiende a una homogeneización de la cultura y el arte debido a la inercia e idiosincrasia de la globalización. Una idea que recoge el artista turco Halil Altindere, y sobre el que el CA2M ha inaugurado recientemente una exposición individual. En el vídeo Dengbejs (Triología Mesopotámica, 2007) Altindere escenifica como una comunidad de patriarcas kurdos cantan canciones populares en el interior de casa tradicional turca. Sin embargo, cuando el plano se abre a través de una panorámica, se observa como esa casa tradicional de madera se posa en realidad sobre un rascacielos de forma híbrida que revela lo improvisado y moderno de las viviendas.
Como señalan Fietta Jarque y Ángeles García el milagro turco obedece a una serie de estrategias para desarrollar un floreciente mercado, además de proyectar, tanto la idea de cultura de un país como su misma posición en el mundo. Y esta idea es a la vez utilizada por ARCO, en el sentido de ofrecer “singularidad” y "exotismo" de un país con el objetivo de generar conexiones y nuevas líneas de negocio. Sin embargo, resulta difícil distinguir, y más en el contexto de una feria donde lo que se pretende es vender, esa supuesta singularidad del arte turco, cuando nos encontramos ante un arte global que tiende a absorber la estética de la diferencia.

domingo, 17 de febrero de 2013

viernes, 8 de febrero de 2013