miércoles, 24 de octubre de 2012

miércoles, 17 de octubre de 2012

Kurt Schwitters

El artista alemán Kurt Schwitters fue uno de los principales protagonistas del movimiento dadá. Abandonó sus estudios de arquitectura en su ciudad natal para trasladarse a Dresde, donde visitó la Kunstakademie con el propósito de convertirse en pintor. Tras unos comienzos ligados al impresionismo y algo más tarde al expresionismo, en 1918 expuso sus primeras obras de estilo cubo-futurista en la galería Der Sturm de Berlín. Un año más tarde construyó sus primeros collages y assemblages con materiales de desecho, que denominaría Merz, nombre derivado de la mutilación fortuita de la palabra Kommerz, que había utilizado en uno de sus collages. Merz se convertiría en sinónimo del nuevo arte multidisciplinar que realizaría a partir de entonces, libre de las convenciones artísticas tradicionales y que daría nombre a sus poemas, su revista, su teatro y sus construcciones esculto-arquitectónicas (Merzbau). Él mismo definiría este proceso artístico como consecuencia del momento histórico en que le había tocado vivir: «La Gran Guerra ha terminado, en cierto modo el mundo está en ruinas, así pues, recojo sus fragmentos, construyo una nueva realidad».
Schwitters mantuvo estrechos vínculos con los dadaístas de Zurich y de Berlín, y en 1922, a través de Theo van Doesburg, conoció a los componentes del grupo De Stijl. La huella del arte geométrico de los holandeses y el fuerte impacto de la exposición de arte ruso contemporáneo, que había visto en la galería Van Diemen de Berlín en el otoño anterior, le llevaron a acercarse a planteamientos constructivistas. En 1927 formó el grupo Die Abstrakten Hannover junto a Friedrich Vordemberge-Gildewart, en 1930 participó en las actividades del grupo Cercle et Carré y dos años más tarde se unió a Abstraction-Création. En 1937, la presión ejercida por los nazis sobre él le forzó a huir de Alemania e instalarse en Noruega, país que tuvo que abandonar también tras la invasión alemana en 1940. Desde entonces vivió en Ambleside, en Inglaterra. Durante estos años combinó sus obras Merz con una vuelta a la figuración en paisajes y retratos, que le ayudaron a subsistir en estos países en los que Schwitters era un completo desconocido

"MERZBILD KIJKDUIN", DEL ARTISTA DADÁ KURT SCHWITTERS

lunes, 15 de octubre de 2012

Y los artistas ¿dónde están? - Rosa Olivares

En el mes de septiembre prácticamente todas las grandes ciudades organizan unos días de “apertura” general de las galerías de arte. En Madrid se llama APERTURA, pero aunque no recuerde como se llaman en Berlín o en Viena, o en Zúrich o en ninguna otra parte, siempre es lo mismo: una larga lista de galerías que abren durante dos días, dos, tres noches, copas, brunchs, tapas, aperitivos (los nombres y lo satisfactorio de unos y otros también varía de unos lados a otros, pero da igual), y procesiones de gente que va de una a otra saludándose, besándose, reencontrándose después del verano. Después del agotamiento de junio, el vacío del verano, el reencuentro de septiembre se toma con ganas. De volver a verse, reiniciar una temporada que esperamos, deseamos que las cosas vuelvan a su cauce o, al menos que algo bueno suceda. Las galeristas (en su mayoría “ellas”) esperan todas muy arregladas en sus espacios, algunas elegantes, otras haciendo lo que pueden, unas guapísimas, otras resistiendo, otras, las más veteranas, con más estilo e inteligencia cada año. Ellos, evidentemente no llegan al nivel de ellas prácticamente nunca, aunque cada vez lo intentan con más ganas y tino. Este año en Madrid se han organizado (a través de la estructura de la feria ARCO) tres rutas por las que se han guiado a unos grupos de coleccionistas, que corrían de una galería a otra, intentando atender, entender, escuchar, quedarse con algo de lo que se les explicaba en cada una de las galerías… buen intento de poner algo dentro de la cabeza además de algo dentro de sus colecciones (en almacenes o en casas súper mega hiper decoradas), tal vez sería mejor que leyeran en sus casas, vamos, quiero decir que pusieran algo en sus bibliotecas y lo miraran alguna vez. Como coro griego el público acompaña, en grupos o parejas (muy pocos solitarios, no en vano es, sobre todo, un acto social) a los guías, haciendo altos, reencontrándose en la galería siguiente, quedando para cenar luego, saliendo a tomar unas copas, unas cervezas, saludándose como si hiciera años que no se han visto, como si realmente el mundo se acabase. Pero, y los artistas ¿dónde están? Los artistas, a veces, esperaban en las galerías la llegada de los coleccionistas como esperaba José Isbert la llegada de Mister Marshall. Y llegaron, fuesen y no hubo nada. El artista daba unas palabras, que resultaban morse, arameo tal vez, para la mayoría de la comitiva semioficial, que partía a toda prisa rumbo a otro lugar desconocido, donde alguien que no sabían realmente quien era ni que decía hablaría por unos segundos, porque, como el Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas, tienen prisa, mucha prisa, no pueden parar, no tienen tiempo para atender, a veces ni para mirar y casi nunca para ver. Otras veces los artistas formaban parte del público, porque aquí prácticamente todo el público es el sector profesional. Hoy son, somos, público y mañana, pasado, protagonistas estelares. Hoy por ti, mañana por mí. Los artistas ya parece que no importan mucho, como las mujeres en la vida real, son intercambiables unos por otros, ¡¡hay tantos¡¡ y se renuevan continuamente, por oleadas anuales. Artistas reales, esos cuyos nombres no dejan duda de su importancia hoy por hoy sólo hay dos: Ai Weiwei y Marina Abramovic, en pareja o por separados. El propio Ai Weiwei afirma en una entrevista que no sabe a ciencia cierta contra quien lucha, pues si no lo sabe él los demás ya nos hemos perdido hace años… Casi tantos como Abramovic dejó de ser una artista interesante para convertirse en una artista inevitable, mediática, y operada. Hoy su solo nombre atrae y distrae. Y qué decir de Ai Weiwei que en su lucha de opuestos y por lo tanto idénticos, con Damian Hirst ha asumido el del artista bueno y solidario, mientras que el inglés es el especulador avariciosos, cuando la realidad (¡ay siempre tan diferente, ambigua y abstracta realidad!) nos dice que es hoy el chino el que se lleva los premios, las exposiciones, las portadas de todo lo que tiene portada y, por supuesto, la pasta. Que todo lo que hace, toca o mira se convierte en oro sin necesidad de toda la estructura de Hirst. La belleza de la revolución, según Gagosian. Marina y Wei no estaban en ninguna jornada de apertura y tal vez por eso el resto de los artistas eran invisibles, tapados por los coleccionistas, las galeristas, los amigos, los críticos, los comisarios y el público. Habrá que volver a todas estas galerías cuando vuelvan a estar vacías de coleccionistas, de mujeres de estreno, de hombres refinados, cuando solo haya en sus paredes las obras de los artistas. Entonces podremos mirar y ver. Lástima que esos días los artistas ya se hayan ido a sus estudios a seguir trabajando, podríamos oír lo que dicen y hasta hablar con ellos. Otra vez será. El año que viene si Dios quiere.

jueves, 4 de octubre de 2012

Rosa Olivares - La carga de los Mamelucos




La pintura de batallas, de enfrentamientos entre ejércitos bien armados y el pueblo airado que defiende sus ideales, o reivindica sus derechos, viene desde el origen de la pintura. Un ejemplo básico es el cuadro de Francisco de Goya La carga de los Mamelucos, pintado en 1814 una vez concluida la Guerra de la Independencia española, y que junto con Los fusilamientos de la Moncloa y Los Desastres de la Guerra, forma el bloque de obra de Goya sobre la violencia y el disparate enloquecedor de la guerra. Después ha sido la fotografía, bien de prensa bien documental, la que ha puesto la barbarie, la injusticia, el abuso de poder y la violencia en imágenes que hemos podido ver todos. Imágenes que se han convertido no sólo en revulsivos sociales, en cantos a la justicia y al orden, sino también en gritos de vergüenza y, en muchas ocasiones en obras de arte.

A los ejércitos y a los cuerpos represores no les gusta que les pinten ni que les saquen fotos, tal vez por eso cada vez se tapan más, se ocultan detrás de sus uniformes de la Guerra de las Galaxias, para poder machacar con su violencia y desdén a ese pueblo desarmado que sale la calle a defender sus derechos. Francisco de Goya supo expresar, de una forma que hoy en día sigue sirviendo, toda la carga de rabia y violencia que llevó a la explosión de las clases populares que se encontraban en Madrid a salir a la calle armados con lo que encontraron a luchar contra un ejército que en aquel momento era considerado la élite de las fuerzas armadas. Los Mamelucos eran la tropa formada por soldados mercenarios egipcios del ejército de Napoleón. El ganador del enfrentamiento, como siempre que se enfrentan ejército y pueblo, fue el pueblo. Desde entonces “mameluco” es también un insulto que quiere resaltar la brutalidad y la fuerza, junto a su escasa inteligencia, de una persona que actúa de una manera violenta.

Cada día vivimos en el mundo moderno cargas de “mamelucos”, tanto en Asia como en Mali, como también en España. Porque la violencia tiene la misma cara en todos los países, en todas las culturas, en todas las épocas. La misma cara que Goya pintó tan bien: unas asustadas y otras llenas de ira. En el cuadro de Goya un soldado mameluco cae muerto en el centro del cuadro, y la ira del pueblo se desata contra los caballos y contra los hombres que los montan, contra ese enemigo que ha demostrado su brutalidad con ellos y con sus ideas. Estamos ante un pueblo harto de aguantar injusticias. Y cuando el pueblo no puede más, estalla. Y cuando estalla, estamos ante otra carga contra los mamelucos. No hay que estirar la cuerda hasta que se rompe. Por suerte en tiempos de Goya los comentarios, las noticias y las declaraciones de gobiernos y personajes destacados no corrían tan veloces como en nuestros tiempos, porque si ese pueblo de Madrid de 1814 hubiera oído a sus gobernantes decir que los madrileños que a ellos les importan son los que no se manifiestan, los que no cargan contra los mamelucos… el estallido habría sido aún más brutal. Hoy en día los comentarios de los que tienen el poder y la riqueza (ese 1%) llega inmediatamente a oídos del 99% restante, que aunque le corten la sanidad, la educación, la cultura, las pensiones, la libertad, los derechos… sigue siendo un pueblo libre y conocedor de sus derechos y de su fuerza.

Cuando Mitt Romney dice en Estados Unidos que no le interesa el 47% de la población de EEUU, porque son unos perdedores que necesitan ayuda del Estado, está provocando una reacción violenta que en su caso se convertirá en la pérdida de las elecciones.
Cuando en España el presidente del Gobierno dice que le interesan los españoles que no se manifiestan, está provocando la risa y el enfado, está dividiendo al pueblo, llevándonos hacia atrás en el tiempo hasta un enfrentamiento que ni la pintura ni la fotografía puede embellecer.

En España, la cultura ha perdido desde 2009 el 70% de sus recursos. El IVA es el más alto de Europa para los bienes culturales; las ayudas, becas, apoyos a la educación son cada vez más exiguos…y sin cultura no hay país. En la pintura de Goya, el movimiento, la violencia de los gestos, el dinamismo y dramatismo serán influencia para Gericault y Delacroix. Las pinceladas rápidas, sueltas, la rapidez en la ejecución dejan claro el dinamismo, la pasión del autor, la violencia que también anidaba en su mano, en su mente. El rojo de la sangre salpica todo el cuadro… un alegato antibelicista, como el Guernica de Picasso, al que se adelantó en más de cien años y que sigue estando de actualidad, abriendo la puerta de la modernidad. Los reflejos de este cuadro y del Guernica están vivos en las fotos de la prensa, en los vídeos, en las imágenes de estas semanas en Madrid, y en otras muchas ciudades del mundo: en Atenas, en Lisboa, donde el pueblo, lleno de ira intenta frenar a los mamelucos. El arte, una vez más, nos demuestra que el tiempo es algo translúcido. Que el ayer, el hoy y seguramente el mañana, están todos juntos en un solo cuadro.