jueves, 1 de marzo de 2012

Nayeli Nesme opinión sobre el artículo: ¿Hacia un futuro sin cultura?

Qué interesante me ha resultado este artículo. La música, la más vulgarizada y mercantilizada de las artes, ha sido pionera al respecto. Tanto que, en México, algunos programas becarios y académicos, hacen una grave separación entre Arte y Música. A mi parecer, la tendencia es mundial. Muchos artistas de generaciones intermedias luchamos día a día con el acertijo de lo que esto significa y sus implicaciones. Muchos tendrán cabida, pero habemos quienes seguimos siendo una resistencia estética y conceptual frente a las corrientes que banalizan la vocación del arte. A propósito y, en contraste, me permito extraer un artículo del compositor sinfónico, naturalista y conservacionista mexicano, Federico Álvarez del Toro, de su columna CONTRACULTURA, del diario chiapaneco, Cuarto Poder.
“Los Sobrevivientes”
“Los sobrevivientes”, comparten una sensibilidad parecida. Es una generación huérfana de Ángeles y Demonios. Los sobrevivientes son callados, les emociona hablar de la década dorada, y los ruboriza, porque vienen de una guerra ideológica que dejó heridos y muertos. Escuchan en la intimidad un arsenal de música, que les ayuda a sobrellevar el mundo material. Leen y siempre encuentran las palabras exactas que necesita su alma para pasar el día. Sus encuentros humanos son intensísimos y profundos. Si tienes por aliado un sobreviviente, es una amistad que durará por siempre. Son buenos para compartir la soledad existencial y para negociar la muerte. Puedes llamarles en las madrugadas para contarles tus penas, la pobreza o las injusticias. También poseen un brillante humor negro y son excelentes para reírse de todo. Saben que la pobreza y la riqueza son relativas. Que todo es una farsa y se burlan de las representaciones teatrales políticas y las apariencias. Los sobrevivientes de la cultura son adolecentes eternos, niños asombrados, guerreros incansables. Por ello es difícil predecir su edad con exactitud. Son jóvenes maduros con almas antiquísimas. Hombres y mujeres a mitad de la vida, a los que no les falta nada, pero sienten que lo han perdido todo, viven en una especie de orfandad cósmica. Casi siempre andan solos, tienen la mirada penetrante, suelen ser interiormente libres e intelectualmente brillantes. Tienen capacidad de análisis agudo. Ven a la sociedad tal como es, viven en ella y a la vez no, como si pertenecieran a otro orden de las cosas. Los sobrevivientes crearon su propio universo moral. Las reglas de las masas no rigen su vida, ni se guían por modas, fechas o costumbres. Transgreden horarios y normas, son impredecibles. Pueden compartir su cena con reyes o indigentes y ser igualmente felices. Los sobrevivientes tienen la sonrisa bonita, son agridulces. Vulnerables para el afecto y tántricos en la intimidad, no tienen prisa para terminar de amar. La vida pasa a su lado y les desliza lágrimas por una piel impermeable, dura y tatuada de cicatrices. Los sobrevivientes que vivieron la contracultura son desadaptados. Disfuncionales en la vida y funcionales en el arte. Los sobrevivientes de la música de la edad de oro aman el café y las conversaciones irreverentes. Viven sin más expectativa que el hoy y por eso, son insustituibles.

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