ARCO nos va dejando sin palabras. No, no porque nos sorprenda lo que
allí podamos ver, sino porque cada año hay menos que decir sobre la
feria en sí. Atrás quedaron las discusiones y debates sobre si debía ser
una feria sólo comercial o si debía tener también un componente
cultural y educativo. ARCO es una feria comercial y punto, aunque los
programas comisariados como los Opening, este año de la mano de Manuel
Segade y Veronica Roberts, así como los tradicionales foros, -este año
enfocados al coleccionismo, no podría ser de otra manera-, se agradezcan
y otorguen a la feria cierta apariencia de macro-exposición.
La cuestión sería entonces cómo reconciliar la condición de mercancía
con los productos designados como culturales, a los que consideramos
especiales frente a otros productos realizados para el consumo de masas,
como pueden ser unos zapatos. El geógrafo marxista David Harvey
analizaba en un breve, pero interesante texto, “Arte en renta” (Capital financiero, propiedad inmobiliaria y cultura,
2005) cómo la cultura, y el arte en particular, están sometidos a la
lógica del capital financiero a través de lo que él denomina renta monopolista,
que sería aquella que se beneficia de la competitividad que se obtiene
al apostar por la distinción y la diferencia, ya sea de un producto
cultural o del perfil de un entorno urbano. Para Harvey, los llamados
productos culturales funcionan mediante una lógica que se establece a
partir de reivindicaciones de excepcionalidad, autenticidad,
particularidad y especialidad, todas ellas categorías construidas
ideológicamente de forma compleja a través de la historia y que han sido
de alguna manera exigidas por el mercado de la cultura y el arte. Una
idea ésta de renta monopolista que se puede también extrapolar al capital simbólico colectivo producido en un lugar determinado, las ciudades.
Este año el país invitado a ARCO ha sido Turquía, un país que siempre
ha sido considerado como una especie de cruce entre Oriente y
Occidente, idea de la que ahora muchos turcos parecen renegar. Lo cierto
es que Turquía se ha convertido en los últimos años en un importante
nicho de mercado para el arte, sobre todo a partir de las bienales
celebradas en su capital, la primera en 1987, y que han supuesto su
apertura hacía el mercado occidental. El encargado de seleccionar las 10
galerías (Dirimart, Eipsis, Mana, Nev, Non Pilot, Maçka Sanat (MSG),
Rampa, Rodeo y X-Ist), todas procedentes de Estambul, ha sido Vasif
Kortun, escritor y profesor de artes visuales y uno de los principales
impulsores de la inclusión del arte turco contemporáneo en el panorama
internacional.
Pero, ¿qué nos ofrece el arte contemporáneo turco en el contexto
ARCO? ¿Por qué “invitar” a un país en el contexto de una feria?
Siguiendo de nuevo a Harvey, en el contexto del mundo globalizado se
vive en una lucha constante en las que las llamadas “ciudades
culturales” compiten por crear marcas de distinción vinculadas a un
lugar y tiempo específico con el objetivo de generar “rentas
monopolistas”. La singularidad de una ciudad, en este caso, Estambul, es
un medio para crear un nicho de mercado, atraer a un público
internacional y generar ingresos adicionales a través del turismo y del
mercado del arte.
Sin embargo, se produce la paradoja de que mientras se crean estas
marcas de distinción locales, a la vez se tiende a una homogeneización
de la cultura y el arte debido a la inercia e idiosincrasia de la
globalización. Una idea que recoge el artista turco Halil Altindere, y
sobre el que el CA2M ha inaugurado recientemente una exposición
individual. En el vídeo Dengbejs (Triología Mesopotámica, 2007)
Altindere escenifica como una comunidad de patriarcas kurdos cantan
canciones populares en el interior de casa tradicional turca. Sin
embargo, cuando el plano se abre a través de una panorámica, se observa
como esa casa tradicional de madera se posa en realidad sobre un
rascacielos de forma híbrida que revela lo improvisado y moderno de las
viviendas.
Como señalan Fietta Jarque y Ángeles García
el milagro turco obedece a una serie de estrategias para desarrollar un
floreciente mercado, además de proyectar, tanto la idea de cultura de
un país como su misma posición en el mundo. Y esta idea es a la vez
utilizada por ARCO, en el sentido de ofrecer “singularidad” y "exotismo"
de un país con el objetivo de generar conexiones y nuevas líneas de
negocio. Sin embargo, resulta difícil distinguir, y más en el contexto
de una feria donde lo que se pretende es vender, esa supuesta
singularidad del arte turco, cuando nos encontramos ante un arte global
que tiende a absorber la estética de la diferencia.
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