viernes, 20 de abril de 2012

Dogma - David Trueba

El Rey hizo un vídeo Dogma para pedir perdón a los españoles. Reconocer que se había equivocado crea precedente en un país en el que no pide perdón ni siquiera el que le mete el dedo en el ojo al vecino. En el análisis televisivo, la grabación entronca con la escuela danesa del Dogma, que capitaneada por Lars Von Trier, introdujo el hiperrealismo de bajo coste en el cine de consumo, imponiendo restricciones como rodar sin luces artificiales, música, maquinaria de cámara y manipulación de decorados. Bajo la estela del Dogma se rodaron numerosas películas; mi favorita, Mifune. Pero como me explicó en persona el productor Peter Albeeck al visitar los estudios Zentropa, que era la concesionaria de los diplomas de adscripción al movimiento, hubo que suspender la admisión de películas porque su baja calidad resultaba insoportable incluso para los fundadores del gesto estético. El Dogma sigue siendo un estilo identificable en el cual la ficción se apropia de la estética del documental. El Rey surge, en segunda o tercera toma, con el rostro inflamado bajo el pelotazo de luz de una cámara de noticiario y cobran protagonismo las dos bisagras de la puerta posterior, que dotan a la situación del verismo de lo cotidiano. La puesta en escena nos traslada desde la suntuosa superproducción monárquica, con decorados lujosos y trajes de gala, a lo Sissi o Dónde vas Alfonso XII, hasta el cine radical más contemporáneo. Al girarse hacia la salida, el Rey retoma el gesto firme y distante, fatigado quizá del esfuerzo de monarquía-verité. La sacudida que España ha sufrido estos días es sobre todo estética. De la información tutelada y cosmética hemos pasado al hiperrealismo crítico. Se le complica mucho al pintor Antonio López la terminación de su esperadísimo retrato de la Familia Real en el que quizá haya que añadir las cicatrices que asoman. Los españoles, ay, como siempre se han envalentonado por lo más superficial y siguen sordos para lo esencial. Así, con razón se indignan por la muerte de un elefante, pero permanecen impasibles ante el exterminio de los grandes elefantes de nuestro sistema social como la sanidad, la educación y la ayuda a los desfavorecidos. Dogmas abatidos bajo el fuego del hiperrealismo sucio.

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